viernes, 17 de abril de 2009

Cosas de padres...

Desde hace tiempo, hay una duda que me preocupa el bazo y hace que me despierte por las noches sudoroso. ¿Cuándo se convierte uno en adulto? No es por la responsabilidad o el hacerse mayor... Es que hay una serie de conocimientos que yo, cercano a los 22 años, no tengo y que a los adultos parecen caerles del cielo. Son esas cosas que madres y padres saben por ser madres y padres, no porque nadie se las haya enseñado. Quiero poner algunos ejemplos que ilustren esta duda existencial.
Vamos a ver. Que alguien me explique cómo sabe una madre qué es la floculación, es decir, que las gotitas de aceite se junten unas con otras y se separen de la fase acuosa porque los ingredientes están demasiado fríos o porque la emulsión no contiene bastante agua para la cantidad de aceite añadido. Vamos, que se corta la mayonesa. ¿Son nuestras madres ingenieros químicos? La mía no, pero sabe que la mayonesa se corta. ¿Por qué lo sabe? Mi abuela tampoco es ingeniero, ni la abuela de mi abuela. ¿Qué pasa, que Eva estaba haciéndole una ensaladilla rusa a Adán en el Jardín del Edén, se le cortó la mayonesa y le pidió una explicación a Dios?
¿Por qué sabe mi padre hacer la declaración de la renta? ¿Al casarse, el sacerdote le dio un cursillo? ¿O un día mi abuelo le dio una charla sobre abejitas y sexo seguro... Y le explicó qué era la declaración de la renta? Porque a mí ese tocho de papeles sin sentido me asusta.
¿Por qué una madre primeriza sabe qué hacer con un bebé? Por favor, los humanos somos la especie que tiene las crías más inútiles de la Tierra. ¿Cómo saben cómo tratar a esas criaturas tan delicadas y de cabeza sobrenatural? ¿Salen del útero con un libro de instrucciones? Pues nada, invariablemente los niños les crecen sanos y rollizos.
¿Por qué un padre sabe qué hacer cuando entra a un banco? Pedir un préstamo, tratar con cuentas... Yo en un banco sé que hay caramelos y que se está fresquito. Y que tengo que entrar para decirle a un señor que me dé dinero para pagar el alquiler. ¿Qué ocurre, cuando tu mujer se queda embarazada, una noche te despieras diciendo "¡¡Agencia Tributaria!! ¡Renta exenta! ¡Pasivo y activo! ¡Inmovilizado!"? Lo mismo pasa con la política. Los padres pueden no tener ni la más remota idea de política, lo único que ven del telediario son los deportes... Pero se juntan más de dos y analizan la personalidad de Margaret Thatcher y adivinan el futuro de Obama.
¿Por qué saben las madres que si dejas botellas en el congelador explota y se sale la cerveza? La mía no hace botellón ni experimenta con los estados de los líqudos, nunca me ha hablado de la menor densidad del hielo con respecto al agua. Pero ella te avisa cuando metes en el congelador el... mosto. Igual que con las manchas. Una madre ve una mancha a doscientos metros y te dice "eso es aceite, ¡a ver cómo lo quito yo ahora!". Dos cosas a eso. Lo primero, una madre sabe siempre si es posible o no quitarla y cómo se quita una mancha. Vamos, que son todas dueñas de droguerías. Y dos, no me explico cómo saben qué te has echado encima. Que te dice "ya te has echado aceite en la camisa" desde el balcón, y si les dices "que no, que es agua" te responden "¿cómo que no? ¡si huele a ensalada!". Acojonante. Y no hablemos de los billetes de la lavadora... Una madre, siempre que pueda te robará la cartera para sacarte todos los billetes y meterlos en el bosillo de los vaqueros para luego venirte tan ancha con el fajo en la mano diciendo "mira, tres horas dando vueltas con detergente y están como nuevos. Es que el dinero es de un papel especial...". Les pone cachondísimas lo de "es un papel especial...". Es la frase que más he oído en mi infancia, más que "te quiero, hijo mío" o "estoy orgullosa de ti".
De igual manera, los padres saben medir las distancias mejor que Américo Vespucio con su sextante. Si un hombre los para por la calle, les dicen: "ve en dirección recta unos cuatrocientos metros y gira a la izquierda doscientos cincuenta y siete con tres". ¿Desde cuándo los padres tienen un GPS integrado? Pero si yo sólo sé que mido más de un metro y menos de dos y que la universidad me pilla a "lejos" metros de mi casa... También se saben de memoria la red nacional de carreteras. Un leonés que no haya pisado Almería te dice: "pero hombre... ¿cómo que para subir a Madrid no tiras por la A-92?".Las madres, por su parte, saben exactamente cuándo se cambia la hora. Astrónomas, todas astrónomas. Que te ven entrar por la puerta y te sueltan: "tranquilo, ya se han acabado las tardes cortas, se aproxima el equinoccio de primavera". Un padre también es especialmente habilidoso, por ejemplo, a la hora de hacer nudos. Que yo siempre llego tarde porque tengo que agacharme a atarme los cordones cada cien metros, pero papá te hace un nudo marinero y ya te puedes tirar del balcón que eso aguanta. También son expertos en gasolina, será el olor que es atrayente... Se saben el precio de todos los tipos de combustible en todos los países del mundo. Ríanse nuestros viejos de McGyvver.
Si es que no acabo... Una madre sabe que conforme asciendes por una ladera de una montaña, se te taponan los oídos. Pero también sabeque si haces un gesto con la mandíbula, se dejan de taponar. ¿Cómo lo descubrieron? Probaron a hacer gestos con todas las partes del cuerpo, supongo, algo así como Buenafuente o Mr. Bean. Y una de las mejores... Una madre conoce cada santo de cada pueblo por pequeño que sea. Cuando en el Mercadona se acerca al carro de la hija de la vecina y le die "Ay, que apañá es tu hija, ¿cómo le has puesto?", y te dice la señora que se llama Bárbara, exclama: "¡ay, qué bonica, como la patrona de Avilés!". Que lo mismo le preguntas dónde está Avilés y te dice que cerca de Bourdeaux, Francia. Pero lo que importa son las vírgenes.
En fin, que espero que un día me despierte con ese pozo de sabiduría popular y aprendida por ciencia infusa que tienen los padres. Porque algún día tendré que hacer la declaración de la renta, quitarme las manchas yo solo, guiar a transeúntes o quedar bien al hablar de política. Eso sí, lo de cuidar bebés, mejor para más adelante...

Soy americano

Como americano, un despertador de números rojos me avisa de un nuevo día a las 6.00, sea lunes o domingo. Con cuidado aparto la mano de Sarah sobre mi pecho con la mala suerte de que se despierta. Me dice que no vaya a trabajar, pero mientras me pongo los pantalones dándole la espalda le digo que hoy habrá mucho trabajo en la oficina. Sí, trabajo en una oficina, ya que soy americano y como me descartaron en la agencia de policía y venta de coches de segunda mano, no había otra opción. También tuve mi época de investigador privado, con mi puerta de cristales traslúcidos con el nombre en la puerta y todo. Y es que cuando dejé el Ejército, no podía alejarme totalmente de ese mundo. Aún recuerdo el día en que Tommy, mi mejor amigo, me enseñó en una trinchera una foto de su novia y dijo que le quedaban dos días para volver a casa tres segundos antes de que le destrozaran la cabeza con siete disparos. Aquello fue una carnicería… Yo estaba herido y era el que menos corría mientras nos perseguían los vietnamitas… Pero sabía que como buen americano, uno de mis atléticos compañeros caería, se partiría la tibia y el peroné y diría “¡seguid sin mí!”. Cuando lo alcancé no supe que era un tópico y seguí corriendo.
Dejo a Sarah en la cama como una buena americana: desnuda, tapada con sábanas blancas de forma que se le vea un poco el culo y sus turgentes senos de refilón. Mientras, le pego tres bocados mal contados a la lonchas de bacon y huevos revueltos y le doy un sorbo al café. Echo un vistazo a mi dedo anular al hojear el New York Times. Mierda. ¿Y mi anillo de bodas? Ah, soy americano, seguramente me lo quité y se lo comió nuestro San Bernardo. Diré a Kevin que luego lo saque por el vecindario y preste atención a sus excrementos. Aunque se entretendrá mirando a nuestra vecinita Jessica mientras estudia Arte columpiándose con ese vestidito blanco. O hablando con nuestro vecino sureño, que toca el banjo en su porche al lado de su escopeta, siempre con su sombrero y la brizna de hierba en la boca. Este Kevin… Contento me tiene. Hace tres noches fue a la fiesta de Jennifer sin prever que como buenos americanos, sus padres volverían dos días antes de Hawaii y llegarían a la casa al mismo tiempo que la policía hacía una redada. Aunque desde siempre lo he tenido muy abandonado… Jamás he ido a ninguno de sus partidos de béisbol, y no hablemos ya de musicales. Normal que con esta falta de afecto paterno sea un mediocre que jamás se ligará a la jefa del equipo de animadoras, a no ser que se haga pasar por gay para poder verla en el vestuario y que a base de labia y una serie de divertidas anécdotas conquiste su corazón y además ella deje al petado de Harry. No hace falta decir que Harry es el quarterback que no tiene otra ropa que no sea su equipación y unos vaqueros ajustados, y conduce un todoterreno descapotable.
Al llegar a la oficina en mi Sedán, el único coche americano a la venta hoy día, saludo a mis cómicos compañeros Charlie y Steven (Charlie es el negro) y mi jefe Ian me advierte de que alguien me espera. A lo lejos reconozco su semblante: el agente Morgan. Sabe muy bien que ya estoy retirado, pero me comenta que sigo siendo su mejor hombre y que sólo yo podré resolver el caso del asesino que asola Brooklyn. Tendré que pensármelo, así que me voy a un motel de carretera una noche. Al aparcar, le doy al muerto que flota en la piscina cinco dólares para que compre algo. Saludo al alcalde del pueblo de mi madre, que sale en albornoz y fumándose un puro con dos prostitutas, y me acomodo. Llamaré a mi contacto en el departamento de policía, Dexter, para pedirle consejo. Llevamos cuatro años sin hablar, pero marco el número y mantenemos una conversación fluida desde el segundo uno sin preguntar qué tal le va la vida. Somos americanos. Al colgar tampoco nos despedimos, pero me ha convencido. Participaré en el caso.
Quedaré con Morgan en un bar para que me explique de qué va esto. En la barra, bebemos whisky a palo seco en vasos anchos y comentamos el partido de los Lakers. Observamos a dos tipos que nos vigilan al otro lado del local. Intentan pasar de incógnito con trajes de cinco mil dólares y pinganillos. Esto va en serio. Morgan se marcha y yo me quedo con el whisky y mis dudas existenciales. El camarero, mientras seca vasos con un paño blanco, me pregunta que si quiero otro más, y yo le contesto que por favor. Comenzamos una conversación y me doy cuenta de que los camareros americanos son las personas más sabias del Universo, y que siempre tienen tiempo para escuchar.
Al día siguiente comenzamos a seguir la pista al asesino, y claro está que el primer lugar a visitar es un club de Striptease. Hay poca luz y el tan volátil carmín de las bailarinas americanas de alguna forma viajará hasta el cuello de mi camisa, pero el típico mafioso gordo que sabe todo lo que se cuece podrá darme alguna información. Me dice que los congoleños de Hell’s Kitchen han oído algo. Al llegar a ese guetto lleno de puestos de comida ambulante, aun no me he bajado del coche cuando se me acercan diez negros a decirme “¿qué pasa contigo, blanquito?”. Basta que me abra un poco la chaqueta para que vean el arma y se vayan contrariados diciendo “Vale, vale, ya me piro… Blanquito”. Los congoleños llegaron ayer de África pero como ahora están en América, hablan inglés fluido. Los únicos con derecho a hablar en su idioma en América son los japoneses, tienen el privilegio de que a ellos sí los subtitulan. Pero claro, de alguna forma tienen que pagarlo, y cuando la mafia oriental ataca a uno de mis hombres, en lugar de ir los veinte a matarlo todos a la vez, lo hacen de uno en uno para sufrir el mayor número de bajas posible.
Durante la investigación, Sarah me pide el divorcio. Pasa el día arreglando el jardín y cuidando a mis hijos, especialmente de nuestra vecina Helen que como es estéril intenta robarnos cada dos o tres tardes a nuestra pequeña Susan. Es una buena chica. Pero no entiende que esté tan absorbido en atrapar al asesino de Brooklyn… Tengo que conseguirlo. Por Dios que tengo que atrapar a esa escoria.
Por fin, y tras muchas idas y venidas, un par de enfrentamientos incluidos y pistas con doble sentido dejadas por el asesino en periódicos locales, me las veo cara a cara con el asesino, obviamente en una noche lluviosa. Lo persigo un rato por los tejados disparando a cosas metálicas y a esquinas de paredes justo cuando se asoma, y al final lo alcanzo en un aparcamiento subterráneo. Se ríe y me dice lo que todos los asesinos americanos: que él y yo no somos tan diferentes. Que no existen los buenos ni los malos. Acto seguido me dispara al pecho. Asombrado, caigo al suelo a unos diecisiete metros. Suerte que siempre llevo mi Biblia antibalas en el bolsillo de la camisa. Éste debía ser un asesino tonto, porque no vestía un montón de dinamita debajo del suéter, así que mi equipo de doce helicópteros lo fríe antes de que se dé cuenta. Sí, doce helicópteros en un subterráneo, en USA todo es posible. Cuando muere suelto una frase ingeniosa del estilo: “En fin… Habéis tenido la delicadeza de matarlo bajo tierra”.
A la salida del edificio hay muchas ambulancias y ningún herido, y mientras yo me curo las escasas magulladuras apoyado en una de ellas que tiene las puertas de atrás abiertas, Sarah viene y me abraza diciéndome que ahora lo entiende todo, que soy un gran hombre y que volvamos a casa. El San Bernardo ya hizo de las suyas y Kevin ha recuperado mi anillo, se ha ligado a Jennifer con la cosa de hacerse el gay y ha arreglado la canasta de encima de la puerta del garaje sólo por echar un rato con su viejo. Será un buen día. Pero no podré tirarme a Sarah… Como lo intente siquiera, sonará el teléfono… Y será Morgan de nuevo.

lunes, 23 de febrero de 2009

¡Vodka limón!

Salud, dinero y amor. Los tres pilares de la vida, ¿no? Cuando se es joven, estos tres aspectos obedecen a un rey supremo: el alcohol. Nos dejamos el dinero en alcohol para jodernos la salud y ver si encontramos el amor (…verdadero de una noche). Los tres pilares y la cúpula, ¡sí señor! Pero como no somos tontos, hemos adaptado el mundo de alcohol a nuestra imagen y semejanza. Por ejemplo… Un adulto que bebe es un borracho. Qué palabra más horrible y denigrante, la metería en el mismo cajón que pederasta o reportero del corazón. En cambio, a un joven que bebe no se le asigna un adjetivo, solamente “se pilla ciegos” o “se coge unos pedos que…”. Así queda mucho más simpático. Como jóvenes, también queremos un estilo a la hora de beber. No nos vale con cualquier cosa. Queremos que nuestra música o ropa nos defina, ¿verdad? Con el alcohol es lo mismo, está de moda decir “yo soy de ron/vodka/whisky/cerveza/calimocho”. O, mejor aún, “no sé cómo puedes beber ron/vodka/whisky/cerveza/calimocho”. Seamos serios… A todos nos gusta ponernos delicados delante del estante del Mercadona y saberse las graduaciones de cada botella para parecer Tom Cruise en “Cóctel”… Pero ¡ah!, ¿qué pasa cuando sólo quedan esas bebidas dirigidas a las reuniones de los padres con sus amigos, como la crema catalana? O, mejor aún… ¿Qué pasa cuando en el botellón no queda de lo que te gusta? ¿Te vas a dormir? Por favor, cuando no hay otra cosa bebemos anticongelante si hace falta. Nos metemos en el cuerpo hasta el líquido que fabrican los niños a última hora en las bodas con Pepsi, agua, vino, pan y corchos de botella. Pero es que cambiamos demasiado desde las 11 de la noche, cuando salimos impolutos, a las 5 de la mañana… A las 11 encorsetado con la ropa nueva; a las 5 con lamparones sabor Fanta en el pecho y el bajo de los pantalones destrozado. A las 11 eres sutil y haces gracias inteligentes; a las 5 te hace gracia el chiste de los dos en una moto y se cae el de en medio. A las 11 da asco beber sin cubitos. A las 5, simplemente cerramos los ojos, pensamos en otra cosa… Al centro… Y padennntro. ¡Cubitos, esos grandes beneficiados! Según las tarifas del Canal de Isabel II y lo que viene costando una bolsa de hielos, nos están cobrando ese volumen de agua ¡3700! veces más cara que si los hacemos nosotros. Ah, pero nos la enfrían. Eso es como si en lugar de hacerme yo una pizza que me puede salir por cuatro euros, voy al Telepizza y me cobran casi 15.000 euros (ah, pero es que me la calientan). Sería una decisión difícil… ¿Ceno o me compro un monovolumen?

Como jóvenes, escatimamos en gastos. Comprarse el Brugal con redecilla es síndrome de una fecha importante. Si eres heavy normalmente tu alcohol viene en bricks.

Deberían hacer cubitos de vodka y ron… Adiós a los suelos pringosos, botellas vacías, adiós a la típica “¡¡Loco no vuelques esa botella que viene sin dosificador!!”… Tú te echas tus dos o tres porciones de alcohol, coca-cola por encima y hala, se mezclan y hacen magia.

¿Por qué bebemos? Hay varias razones. P. ej., porque las etiquetas son bonitas. “Tengo una botella de vodka de San Petersburgo”. Queda gentleman, la verdad… Lo mismito que el póster “Escucha la llamada” del indio de Cacique en una habitación. Pero no es oro todo lo que reluce; el vodka de Mercadona es de Jerez de la Frontera. Otro motivo, y principal: la alegría y despreocupación que te aporta… Pero la verdad es que beber es un poco jugársela, es una lotería de personalidades, porque hay gente que se pone cariñosa, te abraza y besa, y hay gente que se pica porque lo has mirado a los ojos. Puede ser tu mejor amigo, da igual, se pica y te habla a un centímetro diciéndote que qué pasa contigo. Cometes atrocidades, das tu teléfono a gente con la que si te perdieras en una isla desierta, nadarías mar adentro hasta que no te quedaran fuerzas. Dices cosas de las que te arrepientes, haces cosas de las que te avergüenzas. Y, sobre todo, tienes tu famoso “monólogo del espejo”. Cuando vas al baño te quedas mirándote fijamente al espejo, y hablas contigo mismo. En una meditación etílica te hablas, y te reconoces que vas regular, pero te hace gracia. Haces algún gesto extraño si no hay nadie mirándote (aunque esto último no es necesario) y te sonríes. Sabes que al hablar se te nota muchísimo todo lo que te has metido en el cuerpo, eres muy consciente, pero es que no puedes pronunciar mejor. Pero da igual, eres la polla… Y ese payaso que te ha dicho “cállate anda jaja” a eso tan graciosísimo que has contado antes… Bah, ése no tiene ni idea. Te tocas el pelo, gesto extraño (bis) y afuera, a comerse el mundo.

Siempre me ha encantado la vuelta a casa. Al volver tienes frío. ¿Que es agosto? Tienes frío igual. Si vuelves de día, agachas la cabeza cuando te cruzas con madres que van a comprar el pan. Bueno, y porque te ciega el sol. Y cuando no tienes carnet y va a recogerte tu padre, intentas disimular lo que has estado haciendo toda la noche. No te limitas a ser tú mismo, no. Tienes que demostrarle que eres un adulto que no se ha tomado diez copas. Y debes esforzarte porque no te pille, parecer que vas normal. Así que después de una noche de fiesta, es muy común que si te dice “¿Viste el Madrid al final?”, tú respondas, con cuidado de apuntar el aliento para la ventana del copiloto:

-Sí, bueno, vi tres octavos de la primera parte tan sólo, pero bastó para darme cuenta del exquisito juego desplegado, se denota el compromiso de estos jugadores en cada acción de peligro. Pero la sublime goleada del otro día a priori no quiere decir nada, y es que no hay rival pequeño. No hay rival pequeño, papá… A propósito, ¿qué opinas de las últimas propuestas de Pasquall Maragall?-

Pero todo esto no importa. Porque al llegar a casa te inflarás de beber agua que te hidrate las meninges, y te levantarás a las tres de la tarde todavía pedo (nunca borracho, que suena mal), te esforzarás en la ducha por no cantar y… Y dirás la frase más falsa históricamente después del “chupa, chupa, que yo te aviso”:

-No vuelvo a beber, en serio. Paso, estoy fatal.-

sábado, 10 de enero de 2009

¿Y tú cómo te llamas...?

Ahora me despierto todos los días con "In transit" de Albert Hammond Jr. Qué lejos llegaríamos todos llamándonos Albert Hammond Jr. A ver quién nos vetaba el presentarnos a las elecciones para la presidencia de los Estados Unidos llamándonos Albert Hammond Jr. Aunque no tengamos estudios, por inercia acabaríamos gobernado la Tierra.
A decir verdad, no me imagino un Robert deNiro deshollinador, una Margaret Thatcher frutera ni un David Beckham friegaplatos. Hay nombres destinados a ser famosos. O a llevar a cabo grandes gestas. Porque claro, no es lo mismo llamarse Beyoncé Knowles que Atila el Huno. La primera menea el culo y sale en la MTV y el segundo azotó un continente. Nombres estos destinados a cambiar la Historia. Que se lo digan a Nerón, a Aníbal, a Ramsés. Coño, es que hay un Ramsés en mi clase y me postro ante él cuando entre en el aula. Imagina... Cuando pasaran lista y dijeran "Ramsés" todo el mundo se estremecería.
Y es que, ¿a qué aspiraría un Jose María en la Edad Media, habiendo un Rodrigo Díaz de Vivar? ¿Podría ser un Françoise algo más que un peluquero de mujeres nobles siendo contemporáneo de un tal Napoleón? ¿Qué ocurriría cuando Rosendo fuera a matricularse en la Academia de Sócrates? Patada en el culo fijo. Y al salir del recinto se cruzaría con Diógenes o Platón, viendo así su error al presentarse allí.
Bien es cierto que no todos los grandes personajes tenían nombres impactantes. Pero tenían recursos. ¿Te llamas Alfonso y quieres ser rey? Alfonso X el Sabio. Te pones un pseudónimo guapo y a correr. ¿Te llamas Alejandro y quieres conquistar medio mundo? Búscate un padre que se apellide Magno. ¿Quieres tener cinco penosos minutos de gloria y salir en la tele? Que te busquen un mote. Llámate... No sé, El Yoyas.
Los nombres nos marcan desde pequeños. Llámate Javier Fernández López y nunca llegarás a árbitro de primera división. Si es que desde pequeños se les ve venir: Undiano Mallenco, Mejuto González, Texeira Vitienes... Cuántos niños jugando a querer ser arquitectos que acaban vestidos de negro en un campo con 80.000 personas diciéndole que su madre es una mujer de moral distraída.
Los que todavía no tenemos un imperio propio ni salimos en los 40 principales podemos compararnos entre nosotros. Feliz estoy con mi nombre compuesto y no demasiado común, porque un "Jose" a secas está destinado a que, como habrá varios Joses en el grupo de amigos, lo llamen Jose el Negro, Jose el Gordo, Jose el Feo o Jose el Tonto. El caso es que no suele ser Jose el Carismático ni Jose el Succesful.
Luego están los nombres cuyos padres debería estar en la cárcel. Véase (hablo de nombres que existen): Antonio Bragueta Suelta. Ramona Ponte Alegre. Dolores Fuertes de Barriga. Pascual Conejo Enamorado. Margarita Flores del Campo. Miguel Marco Gol. Francisco José Folla Doblado. Miren Amiano. Abundio Verdugo de Dios. José de la Polla. Presentación de Piernas. Evaristo Piernabierta Zas. Ana Mier de Cilla.Sólo tengo una cosa que decir a eso.Señor Mier. Señora de Cilla. Adopten una niña china, por favor.

domingo, 7 de diciembre de 2008

U-A-EQUIS

Últimamente he estado buceando en foros acerca de la UAX. Se pregunta por la red si es cierto que en algunas empresas piden que los que estudiamos aquí no echemos currículum... Que si es cierto que las chicas son tan promiscuas como se dice...
Yo creo que todos obvian una pregunta importante: accesibilidad. Que la universidad esté al final de La Recta. Miles de metros impíos, descampados, solitarios, tenebrosos, sin más lugares a donde mirar que un cementerio estratégicamente colocado en una rotonda y un colegio que se llenó de niños de verde cuando aún sólo estaban los cimientos. Ah, y una residencia de ancianos... Con columpios. Admiro a los que la construyeron: hay que ser muy optimistas y alegres (o muy irónicos e hijos de puta), para montar columpios en una residencia de ancianos. Es como esas funerarias a las que a veces llaman "La Alegría de vivir".
Si no dispones de vehículo, toca caminar. Pero andarse La Recta es como hacer zapping sin mando: puede hacerse, pero es mucho más trabajoso. También puedes tomar el 627 (único autobús del mundo que ha registrado velocidades superiores a 250 km/h), acomodarte en los asientos tapizados de chicle y pipas y disfrutar de la vista de los innumerables "Jenny te kiero" inscritos con llaves o mecheros. Se recomienda usar casco para los badenes. Eso sí, el 627 te protege de uno de los mayores peligros de Europa: el campo de golf que hay al lado de la parada del autobús. He leído que el número de fallecidos por lanzamiento de pelota de golf en la parada de autobús asciende a 17 en el presente curso, y el coste de los cristales de coche rotos, a 9 millones de euros.
Esa es otra. En internet se quejan del excesivo coste de estudiar aquí. A mí no me parece que sea cara, de hecho creo que la fuente de ingresos de la UAX no son las mensualidades... Son los créditos en exceso. Da miedo, a veces me pregunto si, estando en la biblioteca, es posible que coja un libro de Anatomía y por el hueco que ha dejado el libro en la estantería asome una cabeza de un señor diciéndome:
-¡Tú, industrial! ¿Qué haces con ese libro? ¡Quedas automáticamente matriculado de Anatomía! ¡Créditos en exceso, créditos en exceso! ¡Muahaha!-
De todas formas no creo que me pase a mí; la última vez que cogí un libro de Anatomía, descubrí que las tetas en realidad son horribles por dentro, y lo solté asustado.
La biblioteca es un lugar muy peculiar, se aprende muchísimo. Pero no me refiero a la bibliografía. Bajar la escalera que hay a la izquierda te convierte en un adulto. Apenas pisas el primer escalón, viajas a la Edad Media y eres el punto de mira, suena música solemne y se giran unas 300 personas para comprobar tu identidad. Si en ese momento te flaquean la piernas y te caes, nunca más podrás volver.
El campus es amplísimo, y puede caminarse a placer por el espacio que dejan libre los topógrafos con sus instrumentos y la cola que sale del edificio A formada por los que no están conformes con su matrícula. Por otro lado, se nos presenta una completa oferta de titulaciones: puedes cursar desde Ingeniería de Telecomunicaciones hasta maquinista de tren, desde Farmacia hasta presentador de la Ruleta de la Suerte. Por no hablar de las dobles titulaciones. Eso sí, no esperes un crisol de culturas: el 80% de los alumnos estudian Odontología. Y diría que el 97% son andaluces, incluido un servidor. La palabra más pronunciada en la UAX no es "derivada", o "tríceps sural", sino "¡Quillooo!".
Ventajas a destacar son la familiaridad de los profesores, -que te dan su móvil si se lo pides-, los grupos reducidos y los parciales que te ayudan de cara a febrero y junio... Hasta el punto de que he asistido a clases con 2 alumnos y que ahora mismo tengo exámenes casi todos los días. En casa no nos preguntamos: "¿Vas hoy a primera? ¿Cuántas horas tienes?"... Nos decimos: "¡Suerte hoy! ¿Cuántos exámenes tienes? ¿Tienes examen a primera?".
En cuanto a la gente, no estoy de acuerdo en que el alumnado uaxero sea como lo pintan. Es cierto que la camisa de rayas verdiblancas es el uniforme oficial. Más cierto es que un sector de las mujeres, sabiéndose o creyéndose guapas, y en solidaridad con el edificio D, se maquillan con el mismo cosmético con el que se hicieron los ladrillos de la universidad, porque es exactamente el mismo color. El famoso bronceado uaxero, cuyas dueñas hacen que al cruzártelas pienses: "Si cruzo el césped llego antes a la biblioteca. ¿Me señalará esa con el dedo diciendo que no tengo estilo si lo piso?". Pero, generalizaciones aparte, es un lugar de contrastes, te encuentras lo mismo un Porsche Cayenne que un Citroën ZX del año de la pera, canarios que gallegos, lo mismo un tío con chándal roído y oros que esos que parecen sacados de High School Musical. Sí, los que "están en cuarto", y aparecen en las listas de cuatro asignaturas de tercero, dos de segundo y otras dos de primero. Eso no es estar en cuarto. Hay veces que las cosas no salen como queremos, para eso existe la tristeza. Pero es que, siendo simpático, con eso estamos hablando de unos 17.000 euros. Con gente así, ¿a quién sorprende ese espectacular hospital veterinario, en el que se curan diariamente ornitorrincos, dragones y dinosaurios?
Otro vicio es quejarse de la comida. El comedor, ese lugar donde te sientes tan observado que ha habido gente a la que se le ha caído la cartera mientras iba con la bandeja hacia sus amigos, y por no soltarla y llamar la atención, la ha dejado tirada. La primera vez pensé que el comedor era una especie de nave espacial; tanto maquillaje hacía que algunas parecieran extraterrestres, y todos hablaban en plan "ese es de la R3, esa de la R2", como si hablaran de coordenadas.
Que yo sepa, en Olmata no mienten: la página 22 del libro de publicidad de la UAX de este año muestra una imagen nítida del comedor en el que unos muchachos se inflan a hamburguesas y patatas con mucho ketchup. Creo que los que se quejan de Olmata, nunca han sufrido la típica situación en que abres el frigorífico muerto de hambre, y le dices a tu madre que no hay nada que comer. Ella te dice que imposible, que se ha gastado 290 euros en el Mercadona esa mañana. Pero es que en el frigo hay cebollas, pimientos cortados por la mitad, lentejas de ayer, manojos de puerros y leche desnatada. Cuando le dices que no hay nada que a ti te guste, que tú quieres chocolate y galletas, te responde sabiamente:
-¡De eso no compro, que os lo coméis todo!-. Valiente afirmación. No compro comida, que os la coméis. Por esa regla de tres, algún día escucharé:
-¡Hijo, este año no te matriculo en la universidad, no vaya que te saques una carrera!-

jueves, 27 de noviembre de 2008

Silencio: se pliega

Existe en el plan de estudios de Magisterio Infantil de algunas universidades una asignatura, troncal de 3º, denominada "Desarrollo de la expresión plástica y su didáctica". Uno de los temas del primer cuatrimestre es Papiroflexia. Sin ánimo de menospreciar dicho temario, no he podido evitar imaginarme cómo sería un examen tan alejado del típico con gente nerviosa armada con calculadoras de doscientos euros, cartabón y chuleta en el pantalón. Es interesante. Y divertido. Me imagino la clase, justo antes de la prueba, atendiendo a las recomendaciones:
-¡Cada alumno dispondrá de cinco hojas de papel para realizar cada uno de los dos ejercicios que se os plantean! ¡No se admiten preguntas, el examen está muy claro!-, mientras reparten unos enunciados consistentes en una hoja en blanco en la que pone:
1) Realice la grulla que Michael regala a Sara en Prison Break (5 puntos)
2) Realice un sombrero samurai. ¿Podría hacerse esta figura con papel pinocho? Justifique la respuesta. (5 puntos).
El examen comienza, los alumnos cogen sus hojas y miran de reojo a los que tienen el modelo B. ¡Maldita suerte la suya! Les ha tocado la cigarra y el barco de papel. Pasa el tiempo y se suceden las figuras. Una profesora comenta:
-Os advierto de que sólo se corregirán los dobleces que estén remarcados con la uña. Doblez no remarcado, no se tendrá en cuenta. ¡Tú, a lo tuyo! No te juegues seis créditos intentando copiar al compañero, sabéis que tenéis figuras distintas.-
El alumnado hace lo que puede. Algunos se van porque no les sale, pero se llevan el enunciado para resolverlo en casa. Otros van a por nota, y repiten la grulla sólo porque el pico les ha salido un poco torcido. Hay de todo.

Al término, el coordinador de la asignatura recuerda:
-Se acabó el tiempo. Dejen sus manos donde pueda verlas. Ya no se permite doblar. Recuerden que deben poner su nombre y número de matrícula en una zona visible de la figura. Los correctores no vamos a deshacer ninguna; si no se ve, no se corrige.-
¿Cómo lo recogerán al acabar, cómo se lo llevarán? Supongo que en cajas de cartón, ordenaditas las figuras unas encimas de otras, como una caja de Ferrero Rocher.
Al salir, la gente se relaja y los "¿Qué tal te ha salido?" pueblan el pasillo. "Uf, no sé tío, se han pasado con la grulla, no me la había estudiado nada, me he liado un montón. El folio se me quedaba pequeño al hacer el sombrero samurai... Joder, como la lleve para septiembre... Espero que puntúen por el proceso también...".

Está claro que sería un formato de examen muy peculiar. Y aun así, algún despistado saltaría al empezar:

-Perdone, ¿se puede hacer a lápiz?-

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Si todo es ponerse...


Año 2008 d.C.
Si te apetece poder decir en las reuniones sociales que en tu garaje das cobijo a un brillante Mercedes CLS, y tienes un riñón para pagarlo, puedes hacer tu sueño realidad.
Año 5000 a.C.
Si eres un neanderthal, bien es cierto que tienes un riñón para pagar un brillante Mercedes CLS, pero el mundo no tiene tecnología para proporcionártelo. Aún no se conoce la rueda... Y los automóviles sin ruedas sólo se ven en Callejeros.

Pero, pensemos por un momento. ¿Y si... Y si hubiera existido un cavernícola con una inteligencia fruto de multiplicar el coeficiente intelectual de Einstein por diez millones? Haciendo cálculos, nuestro hombre de las cavernas habría deducido toda la Física moderna que posee la humanidad hoy día en una diezmilésima de segundo. Sería un ser desgarbado y con taparrabos, pero con todo lo necesario en su cabeza para fabricar un Mercedes CLS. Y realmente, todo lo que se usa para fabricar esa máquina está en la naturaleza. Cada componente preciso para fabricar desde sensores de movimiento hasta un árbol de levas; todo estaba tirado por el suelo hace 7.000 años. Ese cavernícola perfectamente podría ir avanzando poco a poco, combinando, creando, hasta conseguir la ansiada berlina. Primero usaría sílex para cortar madera. Con la madera y más sílex haría un pico... Con el pico extraería metal... Y así hasta una cadena de montaje de Mercedes Benz, con su control numérico y programas informáticos para la prevención de riesgos laborales.
Ya me lo imagino... Esa cueva llena de futuros homo sapiens dibujando mamuts en las paredes, cocinando en mamuts, pensando en mamuts... Qué cara de asombro cuando uno de los cavernícolas llegase montado en el CLS, y lo aparcara en la puerta de la caverna con un suave zumbido, se bajara, abriera el maletero con un "bip-bip" gracias a su llave con mando a distancia... Y sacara un muslo de mamut del maletero. Hay cosas que no pueden cambiar.